Para el gran pensador Andrés Bello la finalidad de la educación es “preparar a los hombres para desempeñar en el gran teatro del mundo el papel que la suerte les ha destinado, es la que enseña los deberes que tenemos para con la sociedad como miembros de ella, y lo que tenemos para nosotros mismos, si queremos llegar al mayor grado de bienestar de que nuestra condición es susceptible”[1].
En otras palabras, la educación para Andrés Bello tiene como objetivo introyectar en el espíritu humano ideas y virtudes que promuevan su progreso personal y social, es decir, la educación busca hacer individuos útiles a sí mismos y útiles a sus semejantes, para lograr así alcanzar la felicidad humana.
La felicidad humana se logra cuando los miembros de una sociedad pueden vivir en común unión con sus pares. Esto exige que todos los ciudadanos tengan un conocimiento sobre sus deberes y derechos para que de esta forma nadie se sobrepase por encima del otro.
Para alcanzar dicha felicidad humana es necesario que todo el pueblo -y no solo las clases aristocráticas- sea educado, es decir se necesita una educación popular.
La educación popular debe estar centrada en la búsqueda del mejoramiento social; pero sin embargo hay que tener en cuenta la etapa de desarrollo cognitivo del niño para que no se malgaste el tiempo educando a una persona que aún no está preparada para asimilar determinado conocimiento.
Lo primero que es menester en un sistema de instrucción popular, es que sea inteligible; que los niños y los jóvenes entiendan lo que aprendan. ¿Qué entiendan lo que aprenda? Se preguntará. ¿Cómo es posible que lo aprendan sin entenderlo? Respondemos que puede recomendarlo a la memoria, recitarlo, y aún dar una muestra regular de que lo saben, sin saberlo absolutamente[2].
Los conocimientos basados en pura memoria propician en el estudiante un déficit para su capacidad crítica ante el mundo; su conciencia jamás podrá formarse desde la memorística propia en que pueden caer determinados sistemas educativos escolásticos.
Ahora bien, es necesario que los niños y los jóvenes tomen más interés en lo que se les enseña; y para esto se necesita de maestros que propicien interés y amor a los conceptos y fundamentos teóricos propios de la escuela. En este aspecto se tiene que reflexionar sobre qué se está enseñando y para qué se está enseñando. Andrés Bello también nos muestra cómo hay conocimientos que son útiles para la vida del estudiante y otros que no lo son. El estudiante en diversas ocasiones no es consciente de la utilidad práctica que tiene sobre sí mismo las enseñanzas de la escuela; pero en esta medida es labor del maestro crear conciencia sobre este beneficio.
Vistos estos comentarios de Andrés Bello sobre la finalidad de la educación, se puede hacer el paralelo con la Educación Religiosa Escolar, en cuanto esta también se presenta como motor que impulsa a las sociedades hacia el progreso.
Es reponsabilidad de la ERE dar a conocer al estudiante sus deberes como ciudadano y como ser moral configurado en Dios / o en lo Sagrado. Cuando el estudiante integre en la conciencia, la responsabilidad social de saberse hijo de Dios, se producirán cambios reales en la sociedad.
Es reponsabilidad de la ERE dar a conocer al estudiante sus deberes como ciudadano y como ser moral configurado en Dios / o en lo Sagrado. Cuando el estudiante integre en la conciencia, la responsabilidad social de saberse hijo de Dios, se producirán cambios reales en la sociedad.
La ERE, como disciplina de la educación, debe generar en el estudiante experiencias de meditación ante las diversas problemáticas que lo afectan como ser humano inserto en un mundo social que no le es ajeno. Si la ERE aborda estos intereses propios del estudiante se posibilitará en esa medida un amor incondicional por la Educación Religiosa Escolar porque esta será un vehículo que le brindará herramientas ante tantas preguntas existenciales que presenta el estudiante.